GALICIA, TIERRA DE LUCES Y GAITAS

15.06.2007 12:23

 

GALICIA, TIERRA DE LUCES Y GAITAS

Por Diego Lolic Wainstein                                                                                                                
                                                          

 

Cómo partir una descripción, un cuento, un relato y su prefacio inminente, adecuar las palabras correctas y concisas, que den vida y calor sanguíneo a pueblos y acantilados, bosques vitales y riachuelos escondidos. 
En este viaje solitario y eterno, en el cual la vida se desvanece en prados infinitos, nos remontamos a la Galicia celta, esa de los sauces deprimidos y abrazantes, la de los puertos siderúrgicos que dan la bienvenida con sirenas eufóricas. 

La ciudad de Vigo, asoma como un paraje marino con ansias de ser recorrido, de que sus arenas sean pisadas y su olor a mediterráneo nuble la vista de sus visitantes y lectores. La costa española es un lugar ahogado en misterios y leyendas, sus iglesias rasgadas por el tiempo y la brisa, reflejan una explosión cultural bizantina, digna de estudios y asombros por el común de la gente, y de curiosos que deseen retratarse con un inmenso pedazo de historia. Desde el momento en que sus campanas golpean los cielos, se levantan los cantos utópicos de algún marinero borracho, que contagioso de dicha y necesitado de mar, entona versos dotados de una magia oral deslumbrante, que se asemeja al fado pero siempre alegre y prometedor. 

Llega a ser increíble, como el sonido desesperado y ansioso de tierra de una gaita gallega, pueda ser la llave abridora de puertas y caminos, proyectarnos hacia el mar e incluso desafiar al tiempo y a las adversidades naturales. Realizando un ejercicio extenuante tanto en lo corporal como en lo espiritual, soplamos una bolsa interior de cabrito, y sentimos una ventisca arrasadora con olor a antigüedad, a música de dioses, a comunicación de igual a igual con la naturaleza.

En plena edad media, pasadas las cantigas a Santa María de Alfonso X el sabio, se popularizó el uso de la gaita en campos y fiordos alejados de pueblos turbados por masas religiosas y poderes monárquicos. Era un instrumento pastoril, dotado de un sonido inconfundible y potente, se creyó que era un objeto endemoniado y de convocación espiritual maligna, su música no pasaba desapercibida en casi ninguna parte, se escuchaba a largas distancias y resonaba en los ecos montañosos, para luego perderse y desembocar en el océano de oídos eternos.
España goza de una riqueza cultural incondicional, y porqué no decirlo, de un cofre celta que no se ha explorado completamente, siendo que culturas como la gallega, asturiana, catalana y vasca, tienen muchísimo en común y en sus lazos se debe destacar esta bomba cultural bellísima y sin límites que puede amarrar y dejar identificado hasta al más ajeno. 

Sumergirse en esa dicha, en el baile, en el tacto tradicional y en una unión que va más allá de lo sanguíneo, una cadena espiritual atada al tobillo de cada uno de nosotros, situados en una espada hambrienta de música y poesía.